¿Te machacas y te sientes culpable por algo que hiciste? ¿Te repites una y otra vez lo que has hecho mal? ¿Te recuerdas todo el tiempo lo que deberías ser y no eres?
Entonces puede que tus pensamientos se parezcan a estos:
“Deberías haber hecho esto, no deberías haber hecho aquello, no lo has hecho bien, no estuviste a la altura, has sido mala, le has fallado y no se lo merecía, la vida va a castigarte por esto, te mereces lo peor…”.
¿Te suena?
Cuando tu voz interior te habla de esta forma tan horrible, acusándote por hacerte daño a ti o a otros, surge un sentimiento de culpa perjudicial para tu autoestima y bienestar. Por ejemplo, la culpa de alguien que se propone no desahogar su frustración gritando a sus hijos diariamente y nunca lo logra, o de alguien que evita mentir pero vuelve a hacerlo. Sea cual sea la razón, la culpa nos hace sufrir, carga un peso enorme y causa mucho dolor.
Es necesaria para reconocer cuando nos saltamos una norma, pero el problema es no saber usarla a nuestro favor. En lugar de reflexionar, a menudo nos machacamos y permitimos que nos haga reproches, en lugar de aceptarla y resolverla, nos quedamos atascados en lo sucedido. La culpa es beneficiosa si nos ayuda a reflexionar, tener una actitud comprensiva, compensar y evitar la repetición. Sin embargo, hablar mal de nosotros mismos por errores no cambia nada. Sentirnos culpables, machacarnos y prolongarlo no resuelve nada, solo nos ata al pasado, llena de miedo y nos bloquea.
Algunos, al sentirse culpables, llegan a autocastigarse para compensar. Por eso, la culpa, influenciada por aprendizajes cristianos, es una palabra que cambiaría o borraría del diccionario.
La culpa puede originarse por dos motivos:
- Saltarse normas o actuar en contra de valores propios.
- Saltarse normas impuestas por otros.
Diferenciar entre normas propias y ajenas es crucial. Vivir según referencias externas perpetúa la culpa. Es esencial elegir normas y valores propios para liberarse.
Siete pasos para liberarse de la culpa:
1. Reduce las expectativas hacia ti mismo y acércate a tu yo real.
2. Comprende por qué te culpas.
3. Acepta que puedes equivocarte y que eso no te hace menos válido.
4. Perdónate y ten compasión contigo mismo.
5. Reconoce el error sin evadir responsabilidades.
6. Repara el daño, ya sea pidiendo perdón o compensando.
7. Reflexiona sobre cómo actuarías diferente la próxima vez.
Libérate de la culpa, reduciendo expectativas, comprendiéndote, aceptándote, perdonándote, reconociendo y reparando errores, y reflexionando para un crecimiento personal.
Clara Kiefer: Coach de Vida y Organizacional, Certificada en Neuropsicoeducación.